martes, 26 de junio de 2007

TEMPORADA DE LLUVIAS

La primera vez que vi llover en Guadalajara fue genial. Tengo grabada en mi memoria esa tarde de agosto. Vi con asombro la cantidad de agua y me enamoré del ambiente perfumado por el aroma a tierra mojada, tan característico de estos lares. Nunca había visto llover de esa manera. Duró alrededor de dos horas.
La magia terminó la primera vez que me tocó mojarme. No conocía la rutina de cargar con un paraguas en la bolsa, así que para mí fue una gran sorpresa cuando al regresar de la universidad, comenzó a llover; no supe qué hacer, corrí al techito más cercano; vi como la gente que caminaba a mi lado sacaba paraguas y continuaba andando, como si no pasara nada. Yo por mi parte, tuve que lidiar con empaparme, (vestía blusa blanca, así que imaginarán mi premura); arruinar mis zapatillas color camello, que mi rimel se corriera, que mis libros se mojaran, en fin, la humillación de la primera vez. Y por supuesto, se convirtió en tradición. Hasta este día, sigo sin paraguas, nunca hay taxis disponibles, y por supuesto, la reina de la tradición: de alguna forma me las ingenio para que mis enormes pezuñas terminen en los charcos más hondos.

lunes, 25 de junio de 2007

FWD:

Leí por ahí que los mexicanos somos católicos por tradición, por herencia cultural; en nuestra sociedad decir que no crees en Dios resulta una descortesía comparable a comer con las manos o hablar con la boca llena. Aun cuando esta fórmula resulta conveniente para mí, no puedo evitar sentirme culpable cuando paso frente a una iglesia y veo que los demás se persignan mientras que yo no encuentro razón para hacerlo. ¿Tiene sentido que sienta lo mismo por los forwards?
Varias veces a la semana recibo cadenas de oración, cadenas para solicitarle favores a todo tipo de santos, frases cuyo propósito es recordar al Señor y todo lo que le debemos, etc., etc., etc. Paseo mi vista descuidadamente por cada una. Todas con la misma estructura: una exhortación a leerlo y no borrarlo, seguido por una invitación a pedir un deseo, a continuación, un poema, una oración, un pensamiento (plagiado/parafraseado), para terminar con las palabras mágicas: si lo envías a 10 ó 20 personas en los siguientes 10 ó 20 minutos, todos tus deseos se cumplirán, podrás volar por el mundo, entrar a todos los antros, y emborracharte sin la cruda posterior.
Nunca los reenvío, prefiero trabajar para yo misma cumplir mis propios sueños; no necesito ayuda divina que se quede con todo el crédito. Pero tampoco quiero arruinar las esperanzas de todos aquellos que me envían ese tipo de cadenitas, justo como lo dicta la ley del caos, ya sabes, que mi actitud repercutirá en sus acciones y deseos... en fin, de ahí nace mi culpa cibernética.

miércoles, 20 de junio de 2007

CONFESIONES

El 13 de agosto de 1999 cuando estaba frente a él respondiendo sus preguntas, yo escondía mis manos en mi pantalón, y cruzaba los dedos:
- ¡Por favor, que no me acepten!
No hubo rechazo.
- Pasa a cajas-, fue la orden.
Horas después, cuando avisé que me quedaba, estaba llorando.
Hoy me vi obligada a recordar esa fecha. De alguna forma, una parte de mi corazón sigue llorando, mientras que la otra sigue gritando de emoción. Ese día se convirtió en el último de mi infancia y el primero del resto de mi vida. ¿Cómo olvidar la fecha?

miércoles, 13 de junio de 2007

RESULTA QUE... (4)

A eso del veinte para la una de la tarde, entré a la papelería de la Autónoma. Mi propósito: comprar un cuaderno. No había quién me atendiera. Considerando que los empleados estarían muy ocupados en la parte trasera del lugar (bodega), me armé de paciencia y me dediqué a observar la multiplicidad de curiosos objetos detrás de los aparadores. Pasaron unos cinco minutos. Dos gringos entraron con su jerigonza de barrio gringo. Se ubicaron detrás de mí. Justo en ese momento, el encargado salió de una puerta ubicada en el fondo a la izquierda del cuartucho. Me vio. Nos vio. Caminó con prisa hacia nosotros. Cuando estuvo cerca del anaquel donde ubican los cuadernos, le pedí uno. No me escuchó. Corrijo: no quiso escucharme. Se fue directo hacia los gringos y les preguntó en tono zalamero qué querían.
- Disculpe, yo llegué primero. ¿Me podría dar, por favor, un cuaderno de rayas, corte francés?
Volteó a verme sin verme... sentí como su mirada me traspasaba para ignorarme y continuar con su sonrisa idiota dirigiéndose a los güeritos ojos azules que estaban detrás de mí...
Por un momento, pensé: ¡No puede verme! ¿Seré un fantasma? ¡Por fin sucedió! Me atropellaron al cruzar Patria... tanto cuidado que pongo... de seguro mi cuerpo está desangrándose a media calle; de seguro mi espíritu continuó su andar... se dispuso a llegar a su destino sin extrañar el peso de su materia...
Tristes pensamientos los anteriores que buscaban ocultar la cruel verdad: el imbécil ese eligió atender primero al blanco que a la india... ¡hijo de la chingada! Los gringos ni siquiera sabían qué tenían que comprar, buscaban en sus mochilas la hoja de instrucciones y yo me tragaba con la mirada al indio recién bajado del cerro... y lo hice... con toda la dignidad de mi persona, me metí detrás del mostrador, tomé el cuaderno que quería, vi el precio, saqué mi cartera, puse el dinero encima de la caja registradora y salí de ahí ante la mirada atónita del viejo idiota...
El lunes regresaré a la Autónoma... me daré una vuelta por la papelería... mi mayor temor es encontrar en la puerta mi fotografía con la sentencia: PROHIBIDA LA ENTRADA...
MORALEJA: Un mexicanito siempre será un mexicanito...

martes, 12 de junio de 2007

DON JUAN

Las palabras suenan vacías cuando se intenta expresar el respeto que una persona inspira. Sé que me quedo corta al afirmar que es usted un modelo de honestidad, de responsabilidad, de trabajo duro. Siete hijos, cinco nietos, una veintena de sobrinos y cientos de alumnos atestiguan lo que digo. Y cada uno de nosotros sabemos que usted tiene unos zapatos muy difíciles de llenar; por mi parte, espero algún día estar a la altura. ¡Feliz cumpleaños y unos cuantos años más!
pd. Lo común es desear "muchos" años más al festejado. Pero soy realista: ni el más loco de los locos desearía vivir para siempre.

lunes, 11 de junio de 2007

TATUAJE

Desde hace tres semanas hay un blanco tatuado en mi brazo derecho. ¿Seña inexorable de mi destino? ¿Premonición epidérmica?

viernes, 8 de junio de 2007

CHARLEMOS SOBRE LITERATURA

¿Debe, la Literatura, ser considerada seria? ¿Para tomar en serio a un escritor, debe éste ser serio? Y ya presentadas las dos preguntas que han estado comiéndose mis neuronas estas dos últimas semanas remato con una tercera pregunta: ¿qué significa ser serio?
Según el Diccionario de la Real Academia, serio es un adjetivo con el cual se denomina todo aquello real, verdadero y sincero, sin engaño o burla, doblez o disimulo. Una vez puntualizado esto llego a la conclusión de que la Literatura no necesariamente debe considerarse a sí misma seria, al igual que un autor no debe, necesariamente, considerarse serio. Sin embargo, mi conflicto va más allá de esto. Como estudiante de Literatura, como lectora, ¿cuál debe ser mi postura? Es éste mi punto de partida para reflexionar sobre mis experiencias literarias.
Mis primeras lecturas fueron los cuentos de hadas. Supongo que todos los iniciados en el arte de leer empezamos por ahí. Brincar a las novelas fue natural, tomando en cuenta el hecho de que mi madre leía mucho y que mi padre estaba dispuesto a comprar cuanto libro le solicitara. Hasta mi adolescencia, me recreé en las novelas de aventuras: piratas, mosqueteros, soldados, criminales fueron mis mejores amigos. Todos ellos protagonistas de narrativas de los siglos XVIII y XIX. La mayoría ingleses y franceses, algunos españoles, muy pocos mexicanos, ningún centro o sudamericano.
La ignorancia que hasta 1998 tuve sobre autores contemporáneos se la debo a mi madre; sé que son palabras duras pero las razones sobran. Mi madre me dijo en una ocasión que las novelas “nuevas” no eran muy agradables. Para probar su punto me regaló un ejemplo: los autores contemporáneos presentan un lenguaje vulgar y situaciones inapropiadas, por ejemplo, García Márquez que en su novela “Cien años de soledad” retrata a un hombre orinando, pero no se limita a eso, sino que describe el miembro masculino. Gracias a esta conversación, cada vez que leo algo donde se insinúan desnudeces no puedo evitar recordar a mi madre y soltar la risa.
98 – 99 fue mi último año de preparatoria y en el cual, por fin, me "enseñaron" Literatura. Como libro de texto, el Colegio de Bachilleres nos regaló un pequeño manual de Literatura Hispanoamericana. En él, presentaban una recopilación de los textos más importantes del siglo XX. Eran meros fragmentos pero me transportaron a un mundo diferente. De esta época, nunca olvidaré la mortificación que me causó tener que leer en voz alta ante mis compañeros un pasaje de Julio Cortázar, en el que tenía que mencionar a “unas putonas vestidas con pieles de zorro”. Devoré ese pequeño manual, y me asombré al descubrir (en contra de las enseñanzas de mi madre) que incluso en lo vulgar se puede encontrar belleza. Cuando llegué a la Autónoma, decidida a estudiar la Lic. en Lengua y Literatura Hispánicas, traía conmigo un desorden de conocimientos. Mis profesores y mis compañeros me ayudaron a ordenar un poco mis archivos cerebrales.
Retomando las preguntas iniciales, debo a ellos observar seriamente la Literatura. Incluso en lo vulgar, en lo bajo, en lo escatológico, en lo desagradable, en el chiste barato, la seriedad sobre la materia debe predominar. Para mí es una gran ofensa cuando autodenominados escritores se toman tan a la ligera su trabajo. Cuando se ocultan detrás del sarcasmo y del chiste marca Teidiotiza o TVapesta como medida desesperada para no aceptar su falta de talento. Y al mismo tiempo, esta forma de pensar me produce remordimientos. Creo que al exigir seriedad a un escritor, es limitarlo en lo que puede o debe escribir. Entonces, ¿cómo equilibrarlo? Tengo dos semanas preguntándomelo. Si bien una vez me tomé la literatura a la ligera, en los últimos cinco años aprendí a tomarla en serio.
Necesito un justo medio porque mis estudios en lugar de abrirme a un horizonte de posibilidades me encerraron en un canon. Canon según el cual, debo leer sólo aquello “políticamente correcto”. Hay libros que me avergüenza comprar en público, y todo porque a lo largo de mi carrera aprendí que sólo debo leer y disfrutar aquel libro que los críticos y teóricos consideran bueno. Como consecuencia, mis lecturas se han limitado a sólo unos cuantos nombres, de tal forma que cada vez que voy a una librería no me arriesgo a invertir en un autor desconocido. Y pensar que en alguna ocasión leí a Corín Tellado.
En fin, sólo intento exorcizar mis demonios, pero estos se niegan a abandonarme, y castigan mi osadía elevando a la décima potencia cada una de mis angustias (inseguridades) literarias.