martes, 22 de mayo de 2007

¡CHIHUAHUA! CON "CH" DE SONORA

Lo que a continuación narraré ocurrió cuando tenía yo unos 5 años. En esa ocasión, en compañía de mis hermanos, caminé a la tiendita de don Lalo. Don Lalo es (creo que aún vive) un señor gruñón que vive (o vivía) a una cuadra de mi casa, allá por la colonia Petrolera. Este señor solía criar cachorros de chihuahueño (raza esta con fama de sangrona), y tenía, en esa época, un puesto de raspados. Don Lalo acostumbraba encerrar a sus cachorros en la parte trasera de su casa, resguardada por un enorme portón de lámina. Como les iba diciendo, llegué a la tiendita a comprar un raspado, después de una plática de unos minutos, decidí regresar a casa dándole la vuelta a la cuadra, es decir, por atrás de la casa de don Lalo. Cuando iba a mitad de la cuadra, justo enfrente del portón de lámina, me enfrenté a una de las más desafortunadas aventuras de mi infancia: ante mi sorpresa observé que el portón estaba abierto... los cachorros debieron escucharnos (a mí y a mis hermanos), porque salieron ladrando, corriendo detrás de nosotros, casi casi mordiéndonos los talones (supongo que íbamos descalzos). El alma se me fue a los pies, el miedo fue tan real, supongo que lloré... no recuerdo bien... don Lalo y sus hijos o nietos, nos salvaron, alcanzaron a los animalitos antes de que pudieran mordernos... pero el miedo ahí quedó... encerrado en algún lugar oscuro de mi memoria... y surgió, tan real como a mis cinco años, el jueves pasado y lo he revivido viernes, lunes y hoy martes... ¿por qué?
Ya les platiqué que he estado tomando clases de inglés, en mi trayecto diario, salgo de mi edificio de departamentos y camino hacia la izquierda unos cuantos pasos para doblar otra vez a la izquierda... sigo derecho, hay un terreno baldío, una casa blanca y sin vida, otro terreno baldío en el que he sorprendido varias ratas, cruzo la primera de 3 calles (que tengo que caminar para llegar a mi parada) y quedo frente a un edificio de departamentos, y ahí está, esperándome. No mide más de 30 cms, es café oscuro y su pecho es casi blanco, sus ojos maliciosos me observan fijamente, no ladra, no se mueve, la cola corta respingada, está en posición de ataque... y yo, humillada, me veo en la penosa necesidad de atravezar la mitad de la avenida y caminar por en medio de ella, mi corazón acelerado, las manos sudadas, procuro no mirarlo pero al mismo tiempo por el rabillo del ojo, trato de adivinar sus movimientos... es increíble que veinte años después, prefiera mil veces enfrentarme a un automóvil a 100 km/hr que revivir la experiencia de ser perseguida por un Chihuahua...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Reina si que guardaste el miedo y lo revives cada día mejor supéralo pasando cerca no pasa de una carrerita que buen provecho te hará.

Anónimo dijo...

ay niña!!! creo que tu mami tiene razón debes enfrentar tu miedo y pasar a un lado de la mirruña de perro que es un chihuahueño.

Además esos perritos son puro escandalo...