viernes, 14 de marzo de 2008

REFLEXIÓN

Es oficial soy, por segundo cuatrimestre consecutivo, maestra distinguida. Los grupos de Educación y de Psicología me han concedido el honor. Y otra vez, puedo decir que gané injustamente una competencia. Digo injustamente, porque la única razón por la que soy maestra distinguida es porque soy la única que dio clases a dichos grupos.
Era un jueves a punto de terminar el cuatrimestre. Los jueves yo tenía esa clase a la 1 de la tarde. Era con la que terminaba mi día. Mis alumnos comenzaron a desfilar y a ocupar poco a poco sus lugares. Los vi con desánimo así que les pregunté de qué materia venían. De ninguna. Tenían tres horas libres, desde las 10 hasta mi clase. Y en la mañana tenían de 8 a 10 no recuerdo qué materia. Entendí el desánimo, yo me sentiría igual o peor si tuviera tres horas libres seguidas. Yo misma abrí la puerta para que se quejaran. El maestro no les daba clases. Se sentaba y se ponía a platicar con ellos, de todo y de nada. Luego, uno o dos días antes del examen parcial les enviaba por correo no sé cuántas hojas con lo que debieron haber visto y se ponían a sacar resúmenes y cuestionarios para poder pasar un "examen". Y casi lo mismo sucedía en todas las demás materias. Yo era la única que los mantenía callados y trabajando. Yo era la única que les daba clase. Yo era la única que les dejaba tarea.
Cuando me enteré de esto, me sentí como la mala de la historia. La "mami" que tiene que regañar y castigar porque el "papi" es incapaz de ello. Y sin embargo, ésta es precisamente la razón por la que para esos grupos fui su maestra distinguida. No porque me sentara a cuestionarlos sobre sus vidas personales, de hecho apenas y recuerdo el nombre de varios, las caras de otros, algunos se desvanecen poco a poco, no me sé el apellido de ninguno, pero no se trata de eso. Si me preguntan, no hay un solo dato personal que yo pudiera decirles sobre cada uno. No sé si tienen novios, novias, si están casados, solteros, con hijos, sin hijos; y viceversa, ellos no saben nada de mí, sólo mi nombre, mi profesión, y que fui su maestra. Y sin embargo, lo anterior no influyó en que me nombraran su maestra distinguida.
Sólo influyó una pequeña cuestión: fui la única que les dio clases, cuatro horas a la semana, por un cuatrimestre. Nunca falté, nunca llegué tarde, siempre califiqué las prácticas, les entregué a tiempo la nota y bien justificada. Eso fue todo. Y esto choca con lo que me dicen en mi segunda materia de la maestría. Psicología educativa. No es que sea insensible, no es que no me interesen como individuos, sino que prefiero cultivarlos como alumnos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mi gusto creo que tus alumnos hicieron muy bien al nombrarte maestra distinguida, FELICIDADES!!!

Creo que un buen maestro es el que te enseña y no el que interviene en tu vida personal...