domingo, 3 de febrero de 2008

SEMANARIO 3

Aparentemente en algún momento de septiembre del 2007, les dije a mi alumnos que era casada y tenía un hijo. No recuerdo nada de este episodio, pero mis alumnos sí. A lo mejor en un momento en que me atosigaron con preguntas sobre mi vida personal, lo dije para mantener la distancia. El no poder recordar el episodio me dio derecho a reír.
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Terminé con los gringos. Era un grupo encantador, aunque con sus personalidades especiales. Me regalaron unos aretes de plata como agradecimiento, los acompañaron con una notita que empezaba diciendo "Cara Lupita"; entonces me di cuenta que aprendieron algo de español, pero no lo suficiente para diferenciarlo del italiano o del francés.
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Mis clases del sábado ahí van. Es estimulante ser alumna aunque sea por un día a la semana. Resulta que ya sólo me quedan 3 clases para terminar mi primera materia y siento llegar los aires de nostalgia. Extrañaré a mi profesor. Y es increíble que diga esto, pero independientemente de su forma de pensar, es un buen profesor. Tuve la oportunidad de platicar unos minutos con él de manera informal, y tiene un sentido del humor muy infantil. De hecho todos los filósofos lo tienen. Tuve la oportunidad de observar esto en las reuniones de la facultad. Juegan y bromean como niños. Yo me esperaba que se mantuvieran ceremoniosos, pero me vi decepcionada. Con sus bromas, no sabía si debía sentirme exasperada o divertida.
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En mi grupo de primer cuatrimestre del Angloamericano, tengo cuatro alumnos, tres de ellos se llaman Daniel o Daniela. El primer día sólo estaban tres, así que pregunté sus nombres empezando por la chica sentada frente a mí; Daniela me dice, luego volteo a ver al único chico en ese momento, Daniel; y por último, Daniela. Al principio pensé que estaban bromeando. Soltaron la carcajada cuando vieron mi desconcierto. Daniela, Daniel y Daniela. No tuvo nada que ver el año en que nacieron, son de diferentes edades, incluso uno de ellos es de diferente década. La primera a la que pregunté su nombre me dijo que prefiere que la llamen Isa, por Isadora, su segundo nombre. Estábamos en eso cuando llegó un cuarto alumno. Volteé a verlo, y le dije, por casualidad te llamas Daniel; él me vio sin entender de qué hablaba; se llama Jonathan.
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Esperaba con ansia este fin de semana. Dos días para descansar no suena tan mal. Desconecté todas las alarmas. Y aún así hoy desperté a las 6 y media. Espero poder despertar más tarde mañana.
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Tengo tantas cosas que hacer que mejor empiezo con ellas. Tengo que preparar exámenes de primer parcial para el Anglo. Y luego, tengo que terminar una tarea para la maestría, leer tres libros para el trabajo final, preparar una exposición, estudiar para un examen final. No tendré dinero este cuatrimestre, pero sí tendré mucho tiempo para terminar con esto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Reina, si tuvieras un diario de tus días de estudiante no creo que encontraras sucesos tan interesantes en uno solo de esos días. Tienes una variedas de detalles y la forma de escribirlo felicidades por tu redacción.