lunes, 25 de mayo de 2009

PRIMERA VEZ

Me levanté para timbrar mi parada, al igual que otros cinco o seis pasajeros. Fui la primera en llegar a la puerta trasera, por tanto, la responsable del timbre. Entonces lo sentí... fue sutil, claramente las manos de un experto, sin embargo, el sonido del velcro delató el acto y al individuo responsable. Volteé a encarar al atrevido. Todavía con la mano dentro de mi bolsa soltó lo que había tomado: mi celular. Sentí mi sangre congelarse y la indignación en todo mi ser acentuándose cuando la rabia provocó el temblar de mis manos. El celular cayó al suelo (primera vez que sufre tal infortunio) y el pobre hombre (ahora, a dos horas del hecho puedo llamarlo de tal manera) se inclinó, lo levantó y me lo entregó. Todo lo anterior sin hacer contacto visual. Yo no despegué mi vista de él. Sí, me acuerdo de ti. Dudo poder olvidarte. Bajó del camión corriendo, bajé tras él. Estuve parada en esa tan transitada esquina alrededor de veinte minutos. La paranoia me llevó a pensar que seguiría mis pasos. Hasta que se desapareció continué mi camino. Eso sí cada tantos pasos volteaba hacia atrás (no puedo ni imaginar la estampa que presentaba). ¡Mejor suerte para la próxima!

lunes, 11 de mayo de 2009

PÁNICO

Es lo que se observa en las calles de Guadalajara. El primer indicio: la soledad. Todos estamos encerrados. La cantidad de coches es mínima. El segundo indicio: la lejanía entre los individuos. Un alumno extranjero me preguntaba en alguna ocasión cómo era posible que los camiones se llenaran a tope... me decía que parecía que a los mexicanos les encantaba el contacto físico con los demás, sin importar si son desconocidos o no. Me mencionaba por ejemplo darse la mano, tocarse la espalda, saludarse de beso, acomodar a otro el cabello, nada más porque sí. Por mi parte, yo respondí que no era el mexicano en general. En mi tierra eso no se hace o hacía. Saludabas de beso sólo a tu familia y cuando habías pasado mucho tiempo sin verla. Lo común era el saludo de mano. Irónicamente un extranjero se sentiría más cómodo con la situación actual. Si caminas por la banqueta y viene alguien más, uno de los dos debe mostrar cortesía y alejarse un metro. Estornudar es equivalente a eructar en público. La semana pasada estaba yo en un supermercado en un pasillo en el que habíamos alrededor de diez personas. Una de ellas estornudó y todas las demás huyeron. Solté la carcajada. El hombre nada más se disculpó y se puso rojo. El jueves inicié cuatrimestre. Entrar a la escuela fue el equivalente a entrar a un quirófano. Me obligaron a ponerme el tapabocas y guantes de hule. No podía respirar, las manos me sudaban, y cuando por fin pude quitarme los guantes mis manos estaban choritas. El viernes después del mediodía cancelaron el inicio de curso. Ahora tengo que esperarme una semana, hasta el 18, para reiniciar. En fin. Nos convencen de que todo es por la salud. ¿Será? Yo por lo pronto estoy en vacaciones obligadas.